Tener miedo de entender, tener miedo de la política

Publicado en el Diari de Girona el 11 de abril de 2018

"Si bien el movimiento independentista no ha conseguido todavía encontrar un argumento que convenza España de dejar a los catalanes y las catalanas decidir si quieren o no un Estado independiente; el poder político al frente del Estado español, en ninguna de las épocas desde la recuperación de la democracia, ha querido escuchar y entender por qué la mayoría de los catalanes y las catalanas quieren la independencia".

Aquellas y aquellos que nos dedicamos a la resolución de conflictos nos gusta explicar que para poder sentar a dos personas en la misma mesa a hablar y llegar a acuerdos es necesario primero que nosotros, los profesionales, entendamos por qué estas personas están en conflicto y que ha provocado que hayan llegado hasta aquí.

Por este motivo, interrogamos las personas enfrentadas. En este mismo proceso de recogida de información, se busca, la gran mayoría de veces con éxito, que las personas en conflicto hagan esta reflexión a la vez que la hacemos nosotros como profesionales. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo lo hacen? Preguntando y escuchándose. Preguntando sobre el problema de nuevo y sin condicionantes y escuchando la respuesta de uno y del otro. 

Evidentemente las preguntas son sustanciales, pero sobre todo la posibilidad de escuchar y querer saber por qué han actuado de una determinada manera y sobre todo cuál ha sido el motivo que lo ha empujado a hacerlo así. De entrada, no hay ningún otro objetivo. Todo se hace paso a paso.

Se trata de querer y conseguir entender los motivos de cada posición, lo que quieren cada uno de ellos o ellas, para luego avanzar.

Si bien el movimiento independentista no ha conseguido todavía encontrar un argumento que convenza España de dejar a los catalanes y las catalanas decidir si quieren o no un Estado independiente; el poder político al frente del Estado español, en ninguna de las épocas desde la recuperación de la democracia, ha querido escuchar y entender por qué la mayoría de los catalanes y las catalanas quieren la independencia. 

Una muestra de ello es la falta de debate sobre la cuestión antes del 1 de octubre e incluso después fuera del territorio catalán durante las últimas elecciones al Parlamento Catalán y en los medios de comunicación. Si Cataluña ha estado presente en los medios de comunicación de alcance estatal ha sido por la violencia policial, sus reacciones y por las persecuciones y las detenciones de políticos catalanes. Es como si dejar que de este tema se hable en condiciones, y desde un alcance político, pueda dar pie a la aparición de esta realidad, la independentista; cuando negándola tampoco remite, al contrario, las peticiones y demandas aumentan, produciéndose hasta ahora el punto más álgido del independentismo catalán.

Es más, esta postura de no querer entender ni entendernos ha ido, poco a poco, dando fuerza a la idea en nuestro país que sin España nos iría mejor, en todos los sentidos.

La paradoja es que desde España cuando menos se habla, en Cataluña más se intensifica lo que se quiere reducir y negar.

Tengo la sensación, y dígame atrevido, que los políticos que han gobernado y gobiernan España, desde la recuperación de la democracia, han creído y creen todavía que si en algún momento entienden las razones por las que la mayoría de la ciudadanía de Cataluña votan por partidos políticos en favor de la independencia, se verán obligados a sentarse en una mesa y ofrecer la posibilidad a estas personas de decidir su futuro político democráticamente, y lo que es más grave, es que si creen eso, es porque piensan que en el caso de que se dé esta situación, la idea y la opción de la independencia ganaría.

También es verdad que estos gobernantes creen que es mejor que este problema se le «coma» otro, no sea que al final sean recordados como el presidente de turno que perdió la última colonia.