Daniel Tarragó, Xavier Pastor, Núria López, Enric Llauger, Jesús Badenes i Lluís Cruz.
Artículo publicado en el Diari de Girona el 1 de noviembre de 2013
Artículo publicado en el Diari de Girona el 1 de noviembre de 2013
Aplicables
a los conflictos públicos actuales, las siguientes reflexiones son
producto de la mesa redonda con el mismo título en el que participamos
el pasado 25 de septiembre en la Fundación Universidad de Girona con
motivo de la presentación de la 9 ª edición del Postgrado de Resolución
de Conflictos Públicos y Mediación Comunitaria de la UdG .El
conflicto, presente en todos los tiempos como confrontación y lucha de
actitudes, intereses y percepciones entre dos o más personas y / o
grupos, se ha convertido en un fenómeno que nos permite entender y explicar el
funcionamiento de la sociedad. El
conflicto alcanza por medio de una escalada de manifestaciones de
disgusto, desaprobación, tensión hasta graves y violentos ataques
personales. En todo el proceso, las emociones son muy importantes.
En el pasado, en esta situación , lucharíamos y en los peores de los casos , huiríamos cediendo . Tendríamos un ganador y un perdedor, pero no una solución. Hoy sabemos lo que funciona: dotarse de una actitud positiva, centrarse en el motivo de la discusión, analizar las causas, generar un nuevo escenario de acercamiento y de diálogo, negociar una solución satisfactoria para ambas partes. Si con un conflicto personal esto no es fácil, con uno público todavía lo es menos. Crece la dimensión, el número de actores y el espacio es visible para todos. Afecta a la ciudadanía, que tiene la capacidad de implicarse y participar; los gobiernos, como responsables de la estabilidad y seguridad social y, por tanto, de darle respuesta; los medios de información que hacen que sea público, publicitando e informando de su existencia.
Precisamente hoy la información se basa en hechos y en palabras, pero el discurso toma más relevancia que las actuaciones. Las palabras de los políticos se convierten en elementos del conflicto público. Por eso muchos de los representantes políticos utilizan la amenaza inherente al conflicto para convertirlo en oportunidad.Pero en la política intervienen otros actores como asociaciones de vecinos, técnicos, empresas o incluso los mismos periodistas que facilitan que el conflicto esté más cerca de una solución de consenso como más público sea su debate.Ante un conflicto público, la política debería ser la principal fuerza estabilizadora capaz de gestionarlo y también de convertirlo en una oportunidad para reforzar la cohesión social. Es evidente que la manera de hacer política ahora es incapaz de resolver los problemas y los conflictos de unas sociedades cada vez más complejas, porque sus formas aún se encuentran ancladas en el pasado.
La única manera de gestionar con alguna probabilidad de éxito los conflictos públicos pasa por complementar la democracia representativa con la deliberativa. La incorporación de criterios ciudadanos en la definición de las políticas públicas para generar la inteligencia colectiva necesaria para llegar a acuerdos y posiciones de síntesis . Recordando , sin embargo, que la política está obligada a decepcionar, ya que su trabajo no es satisfacer nuestras preferencias personales , sino tomar decisiones colectivas.
En este sentido, se hace más imprescindible efectuar un diagnóstico del conflicto, cuáles son las partes implicadas, y sobre todo, qué la ha originado. Un buen análisis nos permitirá encontrar la mejor solución, o al menos, nos servirá para saber qué chirría, abordarlo y tratar de evitar sus efectos negativos en el futuro. En estos casos , la pregunta elemental es: "¿por qué ? " Sabiendo lo que ha pasado, podremos entenderlo, averiguando las causas y encontrando la clave. Esta es la pregunta que deben formularse todas las partes, por responsabilidad, por inteligencia colectiva y para resolver el conflicto. Los medios de comunicación y los profesionales de la información tienen la oportunidad de hacer las preguntas oportunas colaborando en la resolución del conflicto.
En el terreno práctico, hay que contar con las herramientas y habilidades necesarias para gestionar positivamente el conflicto, facilitando que sea percibido como negativo y aportando certezas de cómo abordarlo para que sea una oportunidad. El conflicto bien gestionado genera un conjunto de cambios que nos pueden permitir avanzar como sociedad, dejando de lado planteamientos simplistas que únicamente hacen que ganen unos, a costa de otros.
En definitiva, la capacitación de las personas para entender y atender los conflictos positivamente puede dar lugar a un nuevo paradigma donde la política de la que hablábamos, desprestigiada e inoperante en muchos sentidos, puede convertirse en la herramienta ciudadana para convertir los conflictos en oportunidades que refuercen la cohesión social.
Y es que en el conflicto público amenaza y oportunidad son elementos que se complementan. Con el conflicto se incorpora la amenaza como un elemento intrínseco que nos debe servir para ver una oportunidad. En política encontramos multitudes de conflictos diferentes, aunque a medida que transcurren las posiciones se endurecen. Algunos se dan en espacios de confrontación esperados ( el hemiciclo de un parlamento, la sala de plenos ... ) y otras en entornos inesperados y, quizás, inapropiados ( medios de comunicación u órganos internos de partido ). Los ciudadanos dan por buena la confrontación cuando favorece la mejora de la sociedad o garantiza el ejercicio de sus derechos y deberes, y como mala, cuando sólo beneficia a unos y perjudica a otros.
Al fin y al cabo, el conflicto no es negativo ni positivo, lo que le hace ser de una manera o de otra y nos permite lograr soluciones satisfactorias es su tratamiento, su gestión y resolución.
En el pasado, en esta situación , lucharíamos y en los peores de los casos , huiríamos cediendo . Tendríamos un ganador y un perdedor, pero no una solución. Hoy sabemos lo que funciona: dotarse de una actitud positiva, centrarse en el motivo de la discusión, analizar las causas, generar un nuevo escenario de acercamiento y de diálogo, negociar una solución satisfactoria para ambas partes. Si con un conflicto personal esto no es fácil, con uno público todavía lo es menos. Crece la dimensión, el número de actores y el espacio es visible para todos. Afecta a la ciudadanía, que tiene la capacidad de implicarse y participar; los gobiernos, como responsables de la estabilidad y seguridad social y, por tanto, de darle respuesta; los medios de información que hacen que sea público, publicitando e informando de su existencia.
Precisamente hoy la información se basa en hechos y en palabras, pero el discurso toma más relevancia que las actuaciones. Las palabras de los políticos se convierten en elementos del conflicto público. Por eso muchos de los representantes políticos utilizan la amenaza inherente al conflicto para convertirlo en oportunidad.Pero en la política intervienen otros actores como asociaciones de vecinos, técnicos, empresas o incluso los mismos periodistas que facilitan que el conflicto esté más cerca de una solución de consenso como más público sea su debate.Ante un conflicto público, la política debería ser la principal fuerza estabilizadora capaz de gestionarlo y también de convertirlo en una oportunidad para reforzar la cohesión social. Es evidente que la manera de hacer política ahora es incapaz de resolver los problemas y los conflictos de unas sociedades cada vez más complejas, porque sus formas aún se encuentran ancladas en el pasado.
La única manera de gestionar con alguna probabilidad de éxito los conflictos públicos pasa por complementar la democracia representativa con la deliberativa. La incorporación de criterios ciudadanos en la definición de las políticas públicas para generar la inteligencia colectiva necesaria para llegar a acuerdos y posiciones de síntesis . Recordando , sin embargo, que la política está obligada a decepcionar, ya que su trabajo no es satisfacer nuestras preferencias personales , sino tomar decisiones colectivas.
En este sentido, se hace más imprescindible efectuar un diagnóstico del conflicto, cuáles son las partes implicadas, y sobre todo, qué la ha originado. Un buen análisis nos permitirá encontrar la mejor solución, o al menos, nos servirá para saber qué chirría, abordarlo y tratar de evitar sus efectos negativos en el futuro. En estos casos , la pregunta elemental es: "¿por qué ? " Sabiendo lo que ha pasado, podremos entenderlo, averiguando las causas y encontrando la clave. Esta es la pregunta que deben formularse todas las partes, por responsabilidad, por inteligencia colectiva y para resolver el conflicto. Los medios de comunicación y los profesionales de la información tienen la oportunidad de hacer las preguntas oportunas colaborando en la resolución del conflicto.
En el terreno práctico, hay que contar con las herramientas y habilidades necesarias para gestionar positivamente el conflicto, facilitando que sea percibido como negativo y aportando certezas de cómo abordarlo para que sea una oportunidad. El conflicto bien gestionado genera un conjunto de cambios que nos pueden permitir avanzar como sociedad, dejando de lado planteamientos simplistas que únicamente hacen que ganen unos, a costa de otros.
En definitiva, la capacitación de las personas para entender y atender los conflictos positivamente puede dar lugar a un nuevo paradigma donde la política de la que hablábamos, desprestigiada e inoperante en muchos sentidos, puede convertirse en la herramienta ciudadana para convertir los conflictos en oportunidades que refuercen la cohesión social.
Y es que en el conflicto público amenaza y oportunidad son elementos que se complementan. Con el conflicto se incorpora la amenaza como un elemento intrínseco que nos debe servir para ver una oportunidad. En política encontramos multitudes de conflictos diferentes, aunque a medida que transcurren las posiciones se endurecen. Algunos se dan en espacios de confrontación esperados ( el hemiciclo de un parlamento, la sala de plenos ... ) y otras en entornos inesperados y, quizás, inapropiados ( medios de comunicación u órganos internos de partido ). Los ciudadanos dan por buena la confrontación cuando favorece la mejora de la sociedad o garantiza el ejercicio de sus derechos y deberes, y como mala, cuando sólo beneficia a unos y perjudica a otros.
Al fin y al cabo, el conflicto no es negativo ni positivo, lo que le hace ser de una manera o de otra y nos permite lograr soluciones satisfactorias es su tratamiento, su gestión y resolución.
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