Pasaran MUCHAS cosas

Xavier Pastor, Eduard Carrera, Montse Soler i Joaquim Margenat.

Debido al confinamiento por coronavirus están pasando muchas cosas. Muchas cosas que no imaginábamos y que tampoco estábamos preparados para aceptar. Muchas cosas que pasan y pasarán y que se pueden resumir básicamente en dos ideas, que: 1) la especie humana se adapta a cualquier ataque y trata de superarlo con la máxima rapidez a su alcance; y, 2) cualquier conflicto- crisis- colectivo y nacional sirve para aumentar el control sobre la gente a través de la información y la comunicación. 

Cuando esto termine, si acaba, no recuperaremos la normalidad anterior a la pandemia. En la nueva "normalidad" continuamente estarán presentes el peligro de infección de este o de un nuevo virus y, sobre todo, la idea de su afectación sobre nuestras vidas en todos los sentidos. A corto plazo será una situación donde el ataque viral y la muerte serán muy reales, lo que provocará la necesidad de alejarnos unos de otros, dejando golpeada nuestra existencia y el funcionamiento social como los hemos conocido hasta ahora. 

La mascarilla formará parte de nuestra fisonomía, dejando sólo al descubierto los ojos. Entonces, tendremos que reinventar nuestra comunicación no verbal potenciando el saludo con la mirada, directo a los ojos del otro durante unos cuantos segundos. El contacto visual es uno de los aspectos más importantes del lenguaje corporal. Son los ojos los que transmiten alegría y otras emociones. Por suerte, la sonrisa no depende de la boca, sino de los ojos. 

No trataremos igual al otro durante bastante tiempo. Nuestra actitud ahora está tocada por el miedo, porque no hemos sufrido esta enfermedad y sabemos que mientras no haya vacuna, este virus no estará controlado. En esta situación, el otro es para nosotros un peligro. Esto será especialmente significativo en las personas mayores, con más probabilidades de morir una vez infectada. 

Habrá un cambio significativo en nuestras relaciones. Las distancias físicas personales y sociales se incrementarán, persistiendo en el tiempo y convirtiéndose en un carácter generacional. La gran mayoría optaremos por sustituir el contacto presencial por la virtualidad, sobre todo a través del móvil. En el ámbito público, nuestro comportamiento cambiará, como se ha podido constatar estos días. La velocidad del paso de las personas se acelerará mucho. El ritmo será robótico. Caminaremos rápido y mirando al suelo. Llegar, hablar y huir. El saludo y el contacto se habrán convertido en una amenaza, y aún más el sutil roce entre las manos. 


Este confinamiento, como medida para el control de la enfermedad, ha provocado un aumento en el tiempo de utilización del móvil, tabletas y portátiles, y de horas y horas de conexión a internet para la comunicación, la búsqueda de información y el consumo de recursos audiovisuales de ocio. Las empresas tecnológicas se han visto muy beneficiadas, si hasta ahora la sociedad física competía con la realidad en internet, la primera ha quedado momentáneamente aniquilada y la segunda priorizada en adelante. 

Los gobiernos, con las medidas de distanciamiento social, nos han empujado hacia esta realidad virtual desde casa. A partir de nuestras actividades en las redes sociales digitales, los estados saben muchas más cosas de nosotros que antes. Ahora los hemos dejado entrar en nuestro espacio más íntimo, como son nuestras casas. Incluso han tenido la oportunidad de seguir nuestras conversaciones, ya que se ha sabido que una de las plataformas que ofrecía servicio de videoconferencia no era segura y cualquier persona con conocimientos informáticos podía escuchar lo que decíamos en privado. Y ahora nos amenazan con seguir movimientos y amistades. 


El confinamiento también ha afectado a los medios de comunicación y la política. El teletrabajo ha llegado a los programas de entretenimiento de televisión y en las ruedas de prensa y nos ha permitido curiosear los comedores y habitaciones de periodistas, políticos y expertos, y satisfacer nuestra primitiva curiosidad. Hablando de la televisión, teniendo en cuenta que si estamos en casa importa poco si llueve o hace sol, los telediarios harían bien en sustituir el espacio del tiempo para un apartado de ciencia, donde básicamente se hable de novedades tecnológicas y científicas aplicadas a la salud y el bienestar. Quizás así nos darían una información que nos tranquilizaría de verdad y de paso nos volvería más inteligentes.